25 October, 2018
Amo la música y la psicología, supongo que es por ello que siempre me ha apasionado saber qué las relaciona. Una de las personas que más ha estudiado esta correspondencia es Daniel J. Levitin. Se inició como músico y editor musical, su curiosidad e investigaciones sobre este tema le llevó a convertirse en neurocientífico. Es autor de varios libros, entre ellos: “El cerebro y la música”, donde reflexiona sobre esta relación y considera su análisis como una vía que nos ayuda a entender los misterios más profundos de la naturaleza humana.
¿Qué ocurre en nuestro organismo al escuchar música?
Aquello que nos gusta hace que segreguemos dopamina, neurohormona que nos hace sentir euforia y excitación, pero ¿por qué?
• Para entender esta relación vamos a empezar por los conceptos de consonancia y disonancia. Estos fenómenos son debidos a distintos procesos neuronales, sobre los que no voy a profundizar, pero para entendernos, los sonidos consonantes son los sonidos que se perciben de un modo cómodo y agradable, mientras los disonantes provocan cierta tensión escucharlos. Es por ello, que estos últimos se irán tolerando con la edad, según se madura. Este es el motivo por el que no se nos ocurre poner Mad metal a un bebé, ya que probablemente se asustará y le costará asimilarlo. Aunque de producirse esta situación, podrá darse aprendizaje.
• También influirá la música que se oye en el proceso de gestación para reconocer determinados sonidos, llegando a producir cambios a nivel químico en el feto durante el embarazo. Aunque existe controversia en los estudios realizados, se conoce como efecto Mozart los beneficios que pueden producir a los bebés oír ciertas piezas musicales de dicho autor, como son sonata para dos pianos en re mayor y los conciertos para violín 3 y 4.
• La neuroplasticidad, que es la capacidad del cerebro para reorganizarse, es la que permite que los niños y adolescentes tengan una capacidad mayor para aprender, por lo tanto, no es casualidad que la música que oímos en esos años sirva de referente para toda nuestra vida y marque incluso la tendencia a seguir.
¿Escuchar nueva música es como el punk?, ¿cuestión de actitud?
Existen aspectos subjetivos que determinarán que se disfrute más o menos de nuevas propuestas musicales. Que te resulte aburrida o entretenida influye en estas sensaciones. Si los nuevos sonidos que escuchas encajan con tu esquema mental, te resultan familiares, será fácil para ti tolerarlo; en cambio si son muy distintos será necesario que hagas un ajuste para poder asimilarlos. Si parece imprevisible, no se percibe como asentada en algo conocido, nos costará admitirla. No obstante, si una pieza musical es demasiado simple, no ofrece ninguna nueva estimulación, nos aburre. Por lo que el gusto por lo nuevo se produce cuando se logra el equilibrio justo entre sencillez y complejidad.
Las reacciones de cada persona a la incertidumbre son diferentes, algunas pueden entrar en pánico y otras en pura excitación a causa de la emocionante aventura que tienen por delante.
Es la misma razón por la que hay personas que prefieren quedarse en su zona de confort y otras que llegan incluso a disfrutar sintiendo la excitación que supone arriesgarse. Por este motivo, la música con demasiados cambios de acordes, o una estructura con la que los oyentes no estén familiarizados, puede suponer una inversión de energía y paciencia que mucha gente no está dispuesta a asumir. Y por ello, escuchar jazz, flamenco o metal puede resultar difícil para muchos oídos.
Levitin contempla la siguiente cuestión: ¿escuchar nueva música nos da pereza o es un desafío? Para mí, este aspecto está directamente relacionado con la actitud más o menos curiosa que mantenemos con el aprendizaje. Del mismo modo que trabajamos en Terapia Gestalt para ampliar la aceptación de la incertidumbre, lo importante es encontrar ese grado de interés, motivación y apoyo, con el que sentirnos estimulados a dar un paso más. Sólo así, podremos ampliar nuestros esquemas, volvernos más flexibles y adaptarnos. En definitiva, seguir creciendo.
Influencia del entorno
Otra cuestión que influye en nuestros gustos musicales es nuestra experiencia. El condicionamiento a ciertos sonidos que hayamos vivido, la interpretación que les hemos dado cuando hemos estado expuestos, la emoción que nos han suscitado y que hemos asociado a ella.
Sucede un hecho en la adolescencia que nos empujará a tener cierta tendencia a escuchar o rechazar algunos estilos musicales: el deseo de pertenencia (crucial en esta etapa vital). La necesidad de pertenecer a un grupo de iguales provoca que si nuestros/as amigos/as escuchan un estilo determinado de música, estaremos más predispuestos a escucharla. De este modo, en las llamadas “tribus urbanas” la música juega un papel central como medio para revindicar un modo de estar en el mundo.
Son muchas las variables que interfieren y nos hacen personas únicas. Sólo conociéndonos más a nosotros/as mismos/as, entenderemos mejor el ¿por qué? y ¿para qué? hacemos lo que hacemos.
Aprovecho para revindicar desde aquí todas las actividades artísticas, tanto para disfrutarlas como para practicarlas. Están arraigadas en el propio desarrollo del ser humano desde su gestación y suponen una recompensa cerebral necesaria para el aprendizaje. Además, la práctica de cualquier arte lleva asociado un componente emocional que nos estimula y nos traslada a una perspectiva diferente y más profunda del mundo. En definitiva, nos hace más felices, y ese es el motor realmente necesario para aprender y vivir.
¡¡Que no pare la música!!