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En defensa de la tristeza

Una de las frases que más escucho en terapia individual al inicio de un proceso psicológico es "me siento triste y no tengo razones para ello". Pero normalmente esos motivos van apareciendo poco a poco, según vamos quitando capas a la cebolla, y lógico: nos escuecen los ojos y nos ponemos a llorar.

La tristeza no es una emoción mejor o peor, es necesaria. Para ello existe, para que sobrevivamos. Aunque no de placer.

Cuando estamos tristes, nuestro entorno se percata de que necesitamos ayuda, mimos, comprensión, apoyo....AMOR. También nos ayuda a responder a eventos negativos, nos sitúa en otro plano para poder vernos desde otro lugar y así reflexionemos sobre lo que nos está pasando. A menudo, va acompañada de sentimientos de soledad, abandono, autocompasión, angustia, melancolía y abatimiento. Y como consecuencia de todo ello aparece el desánimo por hacer cosas, es decir, baja nuestra energía. De este modo podemos parar, desapegarnos, valorar así sus consecuencias y podemos planificar.

¿Nos escuchamos realmente, nos atrevemos a mirarnos cuando la sentimos y nos damos el espacio para transitar la tristeza? Tristemente, no es lo habitual.

La causa por la que a menudo se desborda esta emoción es porque se reprime con mucha facilidad, existen creencias muy arraigadas para ello e incluso hay una tendencia cultural a rechazarla. Parece que hay que mostrar constantemente lo feliz que somos. Pero sin la tristeza no podríamos saber qué es la felicidad. Si no la experimentamos, es difícil aprender a recibir ayuda, adquirir recursos y encontrar nuevas formas para superar el proceso. Solo sosteniéndonos en ella, seguiremos creciendo y aprendiendo de nosotros mismos y para ello necesitamos: RESPETARNOS. ¿Lo estamos haciendo?

Si intentamos evitar, manipular, juzgar y reprimir la emoción, lo único que obtendremos será somatizarla o incluso enquistarla a nivel corporal. Somos seres holísticos, es decir, que formamos parte de un todo y si estamos felices, el cuerpo también lo está, si me duele la cabeza, entristezco.

En Terapia Gestalt apoyamos la expresión de la emoción para transitarla.

Si tan sólo argumentamos lo que estamos sintiendo, desde la mente, sin sentirlo en nuestro cuerpo y vivirlo, tampoco será suficiente, llegando a correr el riesgo de mantenerlo. Pero sí podemos trabajar las creencias que subyacen, tales como que si lloramos mostramos nuestra vulnerabilidad, somos débiles, que entraremos en depresión y lloraremos sin parar, etc. Podemos vivir los miedos que apoyan la conducta de contención tranformándolos en permiso para sentirnos, nos lo merecemos.

En el proceso terapéutico, apoyamos a la persona desde el respeto, la responsabilidad y la honestidad, señalando lo potenciador para que se haga también responsable de esa parte que le está sirviendo y así poder experimentar cómo es dar el paso siguiente. Al salir de la zona “familiar” se modula el patrón establecido y esto favorecerá la integración de una nueva experiencia, donde recuperar la flexibilidad necesaria que contribuirá a su libertad.

España en estos momentos es un país con un elevadísimo consumo de antidepresivos, se confunde la tristeza con la depresión y aun siéndola, medicar tendría que ser la última opción. Además, combatiendo el síntoma, es difícil llegar a saber qué lo ocasiona. Es como si quitásemos la punta de un iceberg para no chocarnos con él, lo haríamos más peligroso aún porque su visión no nos alertaría.

Sabemos que si aumenta la demanda de este tipo de medicamentos es porque aumentan las personas que no saben qué hacer con lo que les pasa, se asustan y piden ayuda queriendo que los síntomas desaparezcan. Es comprensible, porque no nos enseñan cómo gestionar nuestras emociones, e incluso sabiéndolo no es fácil hacerlo. Pero para hablar de salud, además de tener en cuenta la física, hemos de contemplar también la emocional, psíquica y espiritual.

“Todas las emociones se expresan en el sistema muscular. No se puede visualizar la ira sin movimiento muscular. No se puede visualizar la alegría, que es más o menos idéntica al danzar, sin movimientos musculares. En la pena hay sollozos y llanto, y en el sexo también los hay”.

Fritz Perls

Foto de Jose Bravo