22 January, 2020
Ayer fue el día internacional de los abrazos y con su excusa me apetece mucho compartirte las bondades de un acto al alcance de nuestras manos, necesario, nutritivo y que proporciona un inmenso bienestar.
De pequeños todos hemos necesitado ser tocados y atendidos más allá de las necesidades básicas. De no ser así no habríamos sobrevivido, es vital haber sido acariciados para nuestro desarrollo físico y emocional y mental. Esto fue estudiado y demostrado en algunos orfanatos de la segunda guerra mundial. En ellos se comprobó cómo los niños y niñas que estaban más cerca de sus cuidadores estaban más sanos porque se les atendía y tocaba más que al resto. Éstos sobrevivían, mientras que los que estaban más alejados y solamente eran atendidos para darles de comer y asear desarrollaban enfermedades como el marasmo, no crecían y morían con más frecuencia.
Cuando hay dificultades en el tacto, tanto para tocar nosotros como para ser tocados es a menudo por malas experiencias, prejuicios que hemos establecido o temor a los límites tanto a cómo establecerlos como a no saber dónde ponerlos.
En nuestra cultura, aunque por suerte cada vez se va dando menos, llegados a la adultez se reduce el contacto físico con los demás dejando solo para ello a las personas con las que más intimamos, puesto que se relaciona el contacto físico con el deseo sexual y la excitación. Pero esto no es más que una atribución y a menudo un prejuicio que nos puede condicionar. Es maravilloso que a través del tacto nos excitemos sexualmente si lo deseamos, pero no tiene por qué ser ese el único fin, ya que también podemos disfrutar del placer sin más, como lo hacemos con un masaje, tumbados al sol o con una buena conversación. El disfrute en esta sociedad no es un fin muy valorado ya que desde la religión se ha condenado bastante. Quizás va siendo hora de que nos lo cuestionemos y evitemos así una represión que suele producir más perjuicios que beneficios.
Para mí es muy importante poder trabajar estos miedos ante situaciones de contacto, y para ello es necesario poner consciencia en qué me asusta del otro o de mí. ¿Te cuesta tener que poner un límite? ¿Cómo es que te ocupas del otro pensando en cómo lo va a interpretar? Mi pregunta es: ¿Qué piensas y sientes tú y qué haces para respetarte?
Y es ahí donde a menudo se abre el debate para des-cubrirnos y llegar a una esencia que nos une.
Tenemos las mismas necesidades porque somos seres sociales y los mismos miedos porque a todos nos asusta que nos rechacen o sentirnos juzgados.
El respeto a nosotros y los demás debe imperar, y por desgracia en muchos casos ese derecho fue vulnerado, no nos enseñaron a potenciarlo y sí a rechazarlo. Por todo ello, aparecen esos bloqueos, que animo a trabajar terapéuticamente con el fin de restaurar el permiso de disfrutarnos.
Cuando abrazamos y acariciamos nos sentimos amados, seguros, especiales e importantes para nuestro entorno y de este modo el amor propio prevalece.
Quiero mostrarte algunos de sus beneficios y entenderás por qué nos hacen tanto bien:
En esta era digital de Redes Sociales cada vez tocamos más pantallas y menos seres humanos y por ello desde este rinconcito lo revindico una vez más.
Os receto vitaminas A, B y C, muchos Abrazos, Besos y Caricias. Están a nuestro alcance, y es por ello que nuestro instinto de modo natural nos impulsa a dárselas a los más pequeños.
Te recomiendo un pequeño ejercicio: imaginar el niño o niña que fuiste, que conectes con tu ternura y empezar a nutrirlo de estas vitaminas mimosas con todo el cariño que mereces.
Ya sabes de sus beneficios, reparte abrazos acercándote al corazón del otro, que duren un mínimo de 10 segundos y observarás hasta como se acaba acompasando la respiración en un baile maravilloso, observa cómo te sientes y disfruta, porque #Amarnoscura.